Anualmente Colombia exporta cerca de 300 mil toneladas de flores de alta calidad a más de 100 países, las cuales llegan a los supermercados, floristerías, hoteles y hogares de naciones como Estados Unidos, Japón o Inglaterra, entre otras.
Al adquirir flores colombianas, en cualquier país, el comprador recibe un producto con características inigualables que le permitirán vivir una experiencia que transformará sus sentidos y lo inspirará en el amor, la pasión, la celebración y hasta en la creación, porque está demostrado que estas despiertan los sentidos y elevan la productividad en el lugar de trabajo. Pero ¿qué hace que las flores colombianas cada día tengan mayor demanda?
En primer lugar, Colombia cuenta con 60 especies de flores y 1.500 variedades. Su gran cantidad de colores, formas y tamaños les permiten acompañar las tendencias que en materia de estilo de vida se imponen en el mundo y estar presentes en las más importantes vitrinas comerciales, hoteles y restaurantes a lo largo del planeta.
La diversidad de nuestras flores hace que personas de todo el mundo encuentren en ellas la mejor manera de acercarse a la naturaleza. Son infinitos los matices, las texturas y los aromas que poseen, los cuales además tienen diferentes significados culturales como la gratitud, el amor, la pureza y el honor, entre otros.
Por otra parte, el sector floricultor colombiano cuenta con Florverde Sustainable Flowers -FSF-, la certificación de la floricultura colombiana y la segunda más antigua de este sector a nivel mundial, que en 2021 cumplió 25 años.
Gracias a Florverde nuestras flores cuentan con una certificación robusta que ha logrado, entre otras cosas, crear en las fincas y los cultivos una visión sostenible completamente alineada con la agenda 2030 de la ONU. Este sello permite cumplir con los requisitos exigidos por los rigurosos mercados internacionales, siendo las preferidas por muchos compradores a nivel mundial, gracias al valor compartido que generan.
En el mismo sentido, “La Ruta de la Sostenibilidad” de Asocolflores, incorpora en las fincas de sus empresas afiliadas buenas prácticas sociales, laborales, ambientales y de calidad para la sostenibilidad futura de la floricultura.
Así las cosas, se ha reducido el uso de plaguicidas químicos en 50% y prácticamente se han eliminado los plaguicidas de mayor toxicidad; el uso eficiente de agua lluvia es más del 50% respecto al total de agua empleada en los cultivos; el 56% de la energía utilizada en el último año para la producción proviene de fuentes renovables, y solo el 10% de las emisiones generadas de gases invernadero son atribuibles a fuentes directas.