BAILARÍN DE BALLET COLOMBIANO

Santiago Jiménez vive desde el 2018 en la ciudad de Nueva York, donde aterrizó gracias a una beca que obtuvo en el Ballet Academy East por su talento y expresión artística

BAILARÍN DE BALLET COLOMBIANO CONQUISTA AL MUNDO

  • Con 24 años, el joven bogotano ya ha coleccionado dos experiencias únicas para artistas de su categoría: ha estado becado en el Ballet Academy East de Nueva York y en el Ballet de Barcelona. Este año completa 6 años de experiencia.
  • Su meta ahora es establecerse en los Estados Unidos para cumplir el sueño que tiene desde niño: ser un bailarín de ballet profesional y vivir de eso.

Santiago Jiménez vive desde el 2018 en la ciudad de Nueva York, donde aterrizó gracias a una beca que obtuvo en el Ballet Academy East por su talento y expresión artística. Sus pasos en el mundo del arte arrancaron en la Escuela Normal Maria Montessori del sur de Bogotá cuando tenía apenas 17 años. El enfoque de esta institución educativa, en artes y pedagogía, inspiró a Santiago a inmiscuirse en el maravilloso y desafiante mundo del arte desde que estaba en grado décimo, tanto que cuando llegó el momento de decidirse por una carrera profesional, él ya tenía claro que soñaba con ser bailarín. Como pasa comúnmente, sus padres esperaban que él escogiera una profesión “de verdad”, pues para ellos, el baile era apenas un hobbie. Sin embargo, su pasión y los logros que vinieron después, finalmente convenció a sus progenitores que su carrera como artista iba en serio.

El Ballet Anna Pávlova de Bogotá fue el instituto de baile que lo vio iniciar su carrera en el mundo de la danza clásica. Con mucho esfuerzo y con los ahorros que lograba de sus onces, pagaba el estipendio mensual que exigía la academia. Sin embargo, para el año siguiente, su talento y perseverancia lo llevó a ganar una beca en la misma institución y una promoción a nivel intermedio.

Tras dos y tres años bailando, el Anna Pávlova no era la única academia que veían sus pasos. Otros artistas en Bogotá ya reconocían su talento y lo motivaban a convertirse en profesional. De hecho, Jimenez cambió por completo su rutina y pasó de dedicar dos horas al día en una clase, a tomar dos y tres clases, más ensayos en proyectos y espectáculos que lo buscaban.

Ingresar al programa “Alma en movimiento” del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo se convirtió en su obsesión, pero ser parte de este grupo de talentosos bailarines era todo un reto. Solo 10 personas de todo el país podían tener un lugar en este grupo, por lo que la competencia para ingresar era muy reñida. La noticia de que había logrado un cupo en este prestigioso programa tomó por sorpresa a sus padres y familiares quienes empezaron a ver cómo el sueño de Santiago se hacía realidad. “Alma en movimiento” no fue solo la primera experiencia “en grande” de Santiago. También, se convirtió en la catapulta que lo llevó a materializar su objetivo de bailar en escenarios internacionales.

En palabras de Santiago, “el esfuerzo por un cupo en “Alma en movimiento” valió completamente la pena. Por fin pude vivir una experiencia en grande, como se veía en mis sueños: tomar clases y talleres con compañías del exterior, tener una formación altamente costeada y amplia, tener un estipendio mensual por el hecho de estar becado por talento. Los años 2017 y 2018 fueron mis mejores años, pero también decidí que serían los últimos en Colombia”.

Esa proyección de verse bailando en otros países se hizo realidad cuando, después de aplicar a muchas academias en el extranjero, finalmente llegó la carta del Ballet Academy East con el formato de Visa M1 (la de estudiante artista) y una beca de estudio completa. La noticia fue sorpresa para muchas personas de su entorno, especialmente para su mamá que veía con nostalgia cómo su hijo mayor se mudaba a otro país, del que no conocía bien el idioma, a ser parte de las grandes ligas de la danza. Así comenzó su travesía por el mundo. 

Lo primero que sintió Santiago al llegar a la tercera avenida del lado Este de la Gran Manzana, a pocas cuadras del museo Guggenheim y del Museo de la Ciudad de Nueva York, rodeado de las escuelas de ballet más importantes, fue sin duda: miedo. “Pero el miedo que sentía no era malo, si no que nunca me había enfrentado a algo así. Estaba solo, frente a una nueva cultura e idioma que desconocía y aprendiendo con nuevas metodologías y pedagogías. Al principio, me costó mucho comunicarme, sabía inglés pero era muy básico. Sin embargo, me encantaba ver por las ventanas del estudio, la dedicación de niños y niñas en el ballet. Pensaba que si en Colombia podría llegar a realizarse una educación tan enfocada a niños y jóvenes, se podrían hacer espacios similares al BAE”, describe Santiago.

Pero su carrera como bailarín profesional no se detuvo en Nueva York. Estuvo cerca de tres años en esta academia, pero debido a la pandemia, sus últimas clases las tuvo que tomar de manera virtual y eso lo motivó a buscar otros horizontes. Uno de los amigos que había hecho en la Gran Manzana le mencionó la oportunidad de bailar en el prestigioso Ballet de Barcelona, ya que necesitaban hombres. Sin dudarlo, aplicó y de nuevo la vida lo sorprendió con una nueva beca, ahora en otro continente.

Aunque no veía a su familia tras tres años en el exterior, Santiago no podía posponer su proyecto en Barcelona y decidió mudarse al viejo continente. En esta compañía estuvo alrededor de 10 meses y fue una experiencia mucho más profesional: ensayaba durante todo el día la temporada que tenían programada, las clases eran de 9 am a 6 pm y tenía siempre una compañía base. Sin embargo, las limitaciones económicas propias y de su familia, lo hicieron desistir de continuar en España, por lo que decidió regresar a América.

Hoy en día, Santiago está buscando nuevas oportunidades en el mundo artístico de la Gran Manzana porque siente que encontró su lugar. Quiere ser parte de una compañía profesional y participar en eventos importantes, bien sea como invitado, jurado, maestro o coreógrafo. “Ser profesional en arte no es fácil. No todas las culturas toman del arte como un oficio que deba ser pago e incluso, pocas compañías a nivel mundial lo hacen. Para un artista es un reto encontrar un lugar que aporte económicamente mientras se está fuera de casa, pero como en otras oportunidades, sé que voy a encontrar mi camino al éxito en el mundo del ballet”.

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